Frente al aumento sostenido en los precios de la energía y la presión global por reducir emisiones contaminantes, las empresas mexicanas están reconsiderando su dependencia del diésel como fuente energética. Aunque históricamente los generadores diésel han sido una solución rápida ante cortes eléctricos o necesidades remotas, hoy representan una carga financiera y ambiental significativa.
Los desafíos del diésel son claros. Por un lado, el costo promedio de la energía generada por diésel (G.D.) asciende a aproximadamente $0.38 USD por kWh, una cifra que multiplica el costo de alternativas más modernas como la combinación de energía solar con sistemas de almacenamiento BESS (PV+BESS), cuyo costo puede ser hasta un 50% menor, entre $0.04 y $0.15 USD por kWh.
Por otro lado, el impacto ambiental del diésel es contundente: cada megavatio generado con diésel puede producir alrededor de 4,161 toneladas de emisiones de carbono al año, contribuyendo de manera importante al calentamiento global y a problemas locales de calidad del aire.
En contraste, tecnologías limpias como los sistemas fotovoltaicos con almacenamiento BESS permiten a las empresas generar y controlar su propia energía de manera estratégica. Estas soluciones no solo ofrecen ahorros significativos, sino también una operación más estable y amigable con el medio ambiente, reduciendo la huella de carbono y fortaleciendo el compromiso social y reputacional de las marcas.
En este contexto, abandonar gradualmente el uso de generadores diésel no solo es una decisión ambientalmente responsable, sino también un movimiento estratégico para mejorar márgenes operativos y garantizar continuidad en un entorno energético nacional cada vez más incierto.